Mar

Mar es una chica que tiene serios problemas para aclarar la situación que vive con su novio. Separados por casi mil kilómetros, sus encuentros suelen ser pocos y envueltos siempre en la magia del viaje… Pero Mar quiere algo más. Está enamorada de Andrés pero piensa que él no hace todo lo que ella espera para estar juntos. Mar empieza a estar cansada de la situación y desea cambiar, pero no sabe cómo.

Mar.-  ¿Tú no has escuchado eso de que más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer?

Diego.-  Meras coletillas, Mar, tonterías.

Mar.-  Ya, pero muchas veces quieres cambiar y no te dejan, Diego.

Diego.-  Si les das autoridad, claro que no te dejan. Nadie que se encuentre cómodo en una situación quiere cambios. Pero los que no están tan bien instalados deben dar un giro a su vida, así que tú puedes hacerlo.

Mar.-  Me da miedo perder lo que tengo.

Diego.-  No perderás nada. Seguirás con tu vida, sólo que tú cambiarás por dentro; no hay pérdida posible.

Mar.-  Te cuento como yo veo la situación. Necesito un cambio, eso es evidente, sobre todo de forma de pensar, y lo necesito desde hace mucho tiempo, pero siempre, por una u otra razón, lo he ido postergando. Pensé que cuando Andrés me mandó la «famosa carta» –una misiva donde el novio le decía que se alejaba de ella, que no podía soportar la situación que vivía en casa, con su hijo, que era el pequeño o su vida, y que cambiaba su vida por el niño- tendría que volver a empezar, con dolor, eso sí. Pero resulta que nada ha cambiado, todo sigue igual entre nosotros: sin vernos, pero seguimos siendo «PAREJA». No lo entiendo la verdad.

Diego.-  Que situación más extraña, peculiar.

Mar.-  Si, lo sé. Además, fue muy gracioso. Después de la carta, estuvimos desde el miércoles hasta el lunes siguiente sin hablar. El lunes hablamos, pero curiosamente la que habla soy yo, él no está preparado para hablar, no quiere… Yo no era la que tenía problemas, no era la que tenía que pensar, era Andrés, se suponía que tenía que poner sus ideas claras. 

Diego.-  Te ha metido el ‘marrón’ en tu fardo, en la mochila de las responsabilidades.

Mar.-  Sí, claro… pero yo estoy enamorada, Diego, no voy a dar el paso de terminar, si quiere que lo haga él, entre otras razones porque no lo deseo, quiero seguir con él, que lo nuestro avance y no se quede estancado como hasta ahora. Es Andrés quien tiene que dar el paso y tener las ideas claras… Ahora se ha comprado un piso nuevo. Se suponía que era el piso donde nosotros íbamos a vivir, al menos eso era hasta agosto.     Vino el fin de semana de mi cumpleaños y estuvimos muy bien. Me dijo que me quería, y mucho…

Diego.-  Pero eso no es convivir.

Mar.-  Eso no es ni siquiera sobrevivir, no es nada.

Diego.-  Es como una salida de fin de semana, para divertirse y poco más; algo sin sustancia, mera cascarilla.

 Mar.-  Lo sé. En estos momentos estamos «planeando» las vacaciones de navidad, queremos pasarlas juntos. Es más, se supone que la semana que viene ya se habrá mudado con lo que se acaba todo el jaleo que tiene ahora de obras en el piso, pinturas,  etc. Veremos cuál es la nueva excusa. No entiendo que quiere, y como no se puede hablar con él del asunto, se cierra en banda y no hay manera. Es un borrico… pero le quiero, que le vamos a hacer.

¿Por qué tuve que ir a aquella cena donde le conocí, Diego? Tenía mi vida muy bien enfocada para que me la echen a perder.

Diego.-  La echas a perder tú misma, perdona mi franqueza, aunque sé que te gusta que diga lo que pienso.

Mar.-  Es lo que quiero. Para que me digan lo que quiero oír, me tengo a mi misma. Necesito que alguien me diga «otra verdad».

Diego.-  Así me gusta.

Mar.-  Pero me arrepiento, te juro que me arrepiento de haber ido… toda mi vida me arrepentiré.

Diego.-  Una cosa fundamental, Mar, por tu bien. Jamás, y digo bien, jamás te tortures por ese ‘por qué’, no tiene sentido ni tiene respuesta, simplemente ocurrió. No hay más.

Mar.-  Ya sé que no tiene sentido.

Diego.-  Entonces no te tortures. Es energía desperdiciada en vano. Debes comenzar a ver las cosas de otro modo, y uno de esos modos es quitando preguntas sin sentido.

Mar.-  Nunca te has preguntado eso de “¿Qué hubiera sido de mi vida si …?”

Diego.-  Antes sí. Ahora ya no, y cuando veo que van a surgir les doy una ‘patada’, me digo: “eres estúpido, la vida ES en el momento, no es un HUBIERA SIDO. Si nos detenemos no vivimos.

Mar.- El caso es que yo sé perfectamente que quiero en mi vida, sé lo que deseo y lo que me haría feliz. Lo sé, pero no depende de mí. Y sé que mi vida no gira en torno a Andrés pero es que él es el culpable del 90% de mis problemas actuales.

Diego.-  Andrés no es el problema.

Mar.-  ¿Cómo que no?

Diego.-  En todo caso, tú eres tu problema. Si tienes paciencia te lo explico.

Mar.-  Dime.

Diego.-  Lo primero, y fundamental, ¿dime qué te haría feliz?

Mar.-  ¿Felicidad a largo o a corto plazo? Tengo que saberlo para contestar.

Diego.-  Lo dijiste antes: “sé lo que quiero para ser feliz”. No sé a qué felicidad te referías

Mar.-  Es cierto. Lo sé.

Diego.-  ¿Qué sabes?

Mar.-  Pues que dentro de un tiempo Andrés y yo pudiéramos planear un futuro juntos.

Diego.-  ¿Te haría feliz formar una familia con quien amas?

Mar.-  Sí, muy feliz. Lo deseo.

Diego.-  Pero ese deseo choca con algo que lo impide. Y tú le pones el nombre: Andrés.

Mar.-  Choca con él, que es quien lo impide.

Diego.-  Es renuente a ese tipo de vida.

Mar.-  Sí.

Diego.-  Has puesto esa esperanza de felicidad en manos de Andrés.

Mar.-  No, Andrés me ha hecho tener esperanzas y después, de un plumazo, me las ha destruido.

Diego.-  Vamos a ver, Mar, las esperanzas nacen en ti. Y tienen un objetivo: un premio.

Mar.-  No es un premio, es una meta.

Diego.-  Premio, meta… esperas algo.

Mar.- Cuando se empieza una relación todo el mundo hace planes.

Diego.-  No hablo de todo el mundo, lo hago de ti.

Mar.-  No quiero tener alguien a mi lado sólo para tener sexo.

Diego.-  No nos perdamos. Esperas algo, ¿cierto?

 Mar.-  Si claro, yo esperaba algo. Ahora ya no espero nada.

 Diego.-  Y ese algo depende de otra persona, ¿no?

Mar.-  Cierto.

Diego.-  Has puesto en sus manos esa responsabilidad, esa autoridad: él decide el destino.

Mar.-  Porque de mí no depende, Diego. Si por mi fuera, mañana estaba allí plantada.

Diego.-  No depende porque le has dado toda la autoridad a él en cuanto has puesto toda tu esperanza en Andrés.

Mar.-  Yo no se la he dado, él la tiene.

Diego.-  La tiene porque tú se la has dado, no te engañes.

Mar.-  Escúchame, por favor. Si depende de mí, lo hago. Pero es que de mí no depende.

Diego.-  Es lo que te estoy diciendo. Vamos a ir paso a paso, porque me da la sensación de que eres tú la que no me lees.

Mar.-  Si te leo, y te entiendo. 

Diego.-  Pues no debes haberlo hecho demasiado bien porque has repetido lo que trataba de comunicarte antes: que no dependía de ti porque has cedido esa responsabilidad, ese poder.

Mar.-  No lo llamaría ceder.

Diego.-  Está en su mano y no en la tuya, eso es ceder.

Mar.-  Sí, es cierto eso, se lo he cedido.

Diego.-  Al quedar en su mano, no puedes hacer mucho, estás atada. Dependes emocionalmente de Andrés, ¿lo ves?

Mar.-  Perfectamente.

Diego.-  Si eres capaz de ver eso verás que la responsabilidad de la cesión es tuya. Aunque fue inconscientemente, simplemente aconteció esa acción de ceder.

Mar.-  ¿Sabes lo peor? Que Andrés también lo sabe.

Diego.-  Claro que lo sabe, pero como es buena persona no quiere jugar con ese poder que le has cedido y te da esperanzas. Si fuera perverso podría jugar con ello y hacerte mucho más daño.

Mar.- Prefiero que me diga: paso de ti, Mar.

Diego.-  Andrés no pasa de ti.

Mar.-  Qué cómodo es eso.

Diego.-  En eso sí que tiene que darse cuenta de que te hace daño, pero como eso no depende de ti sino de él, por mucho que sepas lo que Andrés tiene que hacer, si no lo hace, ¿qué puedes hacer tú? ¿Torturarte? No tiene sentido.

Mar.-  Esperar a que se decida.

Diego.-  La espera tortura. Toda esperanza tortura: esperas que se decida, esperas que…  esperas, y ahí te marchitas. Has cedido el poder, y esperas, ¿ves el mecanismo?

Mar.-  Perfectamente.

Diego.-  No tienes las riendas, y él lo sabe. Es más, al desprenderte de tus riendas has perdido su ‘respeto’.

Mar.-  Vamos, que debía de hacer sido una cabrona.

Diego.-  No cabrona, sino responsable y no haber cedido algo tuyo, algo tan importante como eso. Lo hiciste y ya no hay vuelta atrás.

Mar.-  Eso es por falta de experiencia.

Diego.-  Bueno, ya la tienes, de todo se aprende. Eso sí, si eres capaz de verlo fríamente   y no torturarte ya habrás ganado algo. Todos fallamos, pero no aprender de los errores es lo que nos torturará siempre.

Mar.-  ¿No crees que decida lo que decida voy a sufrir?

Diego.-  Claro que sí. Una parte de ti está en él así que despegarte de ella duele. Y si sigues como estás ahora mismo dolerá más. Tu amor lo tienes claro pero tienes la ‘esperanza’ de que él te ame del mismo modo en que lo haces tú; otra esperanza más.

Sientes que necesitas amor, y no querencia; necesitas implicación, y no pasotismo o dudas; necesitas… necesitas… porque das y esperas algo a cambio.

Mar.-  Doy porque soy así y no pido nada a cambio. Pero creo que Andrés ha perdido la ilusión, y eso es lo que tiene que recuperar.

Diego.-  Claro que la perdió, justo cuando le cediste esa parcela. Por otro lado, dices que das pero que no pides nada a cambio, pero ese ‘no pedir’ es externo, en el fondo sí pides, con tu ‘esperanza’, que es una petición no verbalizada.

Mar.-  Sí, claro. Ahora me surge una duda, algo que no entiendo: ¿por qué se pone conmigo a hacer planes para estas navidades, con su familia y la mía, para que vaya con ellos? Eso no me cuadra.

Diego.-  Porque te quiere y quiere estar contigo, pero siempre bajo sus ‘condiciones’.

Mar.-  Ya.

Mar.-  ¿Cómo puedo recuperar la parcela que le di?

Diego.-  Ahí está la clave: puedes.

Mar.-  Eso es lo difícil, ¿cómo?

Diego.-  Nadie dijo que la vida fuera fácil. Pero a la dificultad has de pasártela por el forro de los pantalones, porque quieres hacerlo, y no hay vuelta de hoja en eso.

Mar.-  Si existe la forma, sé que lo hago.

Diego.-  Eso está bien.

Mar.-  Me siento muy torpe, con 30 años y no sé cómo resolver  mis problemas sentimentales.

Diego.-  No eres la única, no creas. La gente está muy perdida.

Mar.-  Pero es que a mí me pasa con todo. En el trabajo, por ejemplo, sé hacer las cosas pero no tengo iniciativa.

Diego.-  Y no tener iniciativa te turba.

Mar.-  Me da rabia. Quiero ser resolutiva.

Diego.-  Resolutiva en qué sentido.

Mar.-  Resolutiva a la hora de decidir hacer algo que apremie. Pero me pasa que siempre creo que mi decisión no será la correcta y dejo que sea otra persona la que me diga: “Mar, yo creo que esto o lo otro se hace así”, y me da rabia.

Diego.-  Notas que te falta seguridad.

Mar.-  Sí, seguro que es eso, seguridad y confianza.

Diego.-  Ya te lo dije hace tiempo: no te quieres como debes de quererte.

Mar.-  Todas las mañanas, al levantarme, me digo: Mar, hoy vas a ser la persona más importante para Mar. Me dura el tiempo de poner los pies en el suelo, luego se me olvida.

Diego.-  Así no funciona, la voluntad no es suficiente.

Mar.-  Voluntad tengo mucha, pero memoria parece que poca.

Diego.-  Deséchala, ya has comprobado que no te vale para quererte. La voluntad es voluble, inconstante.

Mar.-  En mi todo es voluble e inconstante.


Una respuesta a “Mar

  1. Voluble e inconsistente.
    Cambiante, conectada, extraña, continua, incomprensible, desesperante….
    Que difícil centrarse en uno mismo y no perderse en el intento, en esta vida tan rara. Practicar la autocompasión, quererse, o lo que le venga mejor a cada uno puede ayudar.
    Muchas gracias por compartirlo.
    Natxo

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