Sobre el éxito en las altas capacidades intelectuales

La palabra éxito en el ámbito de las altas capacidades intelectuales suele generar acalorados debates, basados por lo general en diferentes interpretaciones del mismo término. Y como noción controvertida, creo que merece una pequeña reflexión.

En primer lugar, buscamos su origen etimológico y nos encontramos la palabra latina exitus, que soportaba distintos significados. Los ingleses se quedaron con el más literal, el de «salida» (exit), pero también significaba «fin» o «término». Estos dos significados no dejan lugar a la duda, apelan al resultado de una acción. Y la RAE lo consolida en su primera acepción, aunque le añade el matiz del tipo de resultado que lo definiría: «Resultado feliz de un negocio, actuación, etc.». El resultado tiene que ser bueno, satisfactorio, completo, etc. para poder hablar de éxito; lo opuesto a eso sería el fracaso. Aquí ya añadimos componentes subjetivos que permiten distintas interpretaciones, entre ellas la relativización de los términos, como por ejemplo en la expresión «tuvo un éxito relativo», «obtuvo un cierto éxito», «fue un rotundo éxito», etc. Esta sería la parte más sencilla. Por suerte, se puede rascar bastante más.

En segundo lugar, y sin ser exhaustivos, podemos analizar la escala o nivel del éxito, distinguiendo un continuo que iría desde los «éxitos a pequeña escala» (p.e. éxito en un examen o una tarea, en un partido, etc) hasta los «éxitos a gran escala» (p.e. éxito profesional, en la vida, en un campeonato mundial, etc). Podemos añadir el impacto o repercusión del éxito, diferenciando el «éxito personal» (p.e. superar una enfermedad, terminar una carrera, etc) del «éxito social» (p.e. conseguir un producto conocido en tu ciudad, país, región o en el mundo entero), con sus distintas escalas. Y también completar el cuadro con la atribución del éxito, encontrándonos expresiones como «personas exitosas» o con «condiciones que facilitan el éxito». Sin olvidar las nociones de éxito directo y de éxito indirecto (como en la foto que ilustra la entrada, el éxito de ayudar a otros a tener éxito en algún reto).

Si algún lector ha logrado sortear con éxito el rollo descriptivo anterior, entenderá fácilmente por dónde irán los tiros de la presente reflexión, destinada exclusivamente a lo que suele ocurrir -suele, no siempre ocurre- en el campo de las altas capacidades intelectuales.

Lo que suele ocurrir está vinculado a la acción y efecto de atribuir éxitos variados a la etiqueta «altas capacidades intelectuales», fundamentalmente a nivel social, pero también a escalas más modestas, a niveles personales, ya sea por parte de personas cercanas o por uno mismo. Por lo general, las atribuciones de éxitos futuros que se realizan transitan desde el restringido ámbito académico hasta el más amplio sentido del «éxito vital o social», el manido triunfar en la vida. Lo más llamativo de estas atribuciones se encuentra lógicamente en la zona arriesgada amplia del éxito vital, ya que no existe una correlación perfecta entre capacidad intelectual y éxito profesional, social, familiar o existencial. Sin embargo, a veces se dejan mensajes que invitan a pensar en las esperanzas depositadas en estas mentes de cara a un futuro mejor para la sociedad. Como leí en una ocasión: «no podemos permitirnos dilapidar tanto talento porque no sabemos si tenemos a la persona que encuentre la cura contra el cáncer». Y claro, la postura que adoptes para interpretar este mensaje determinará su adecuación con la realidad o su rechazo por exceso de presión. Si tu perspectiva es social, el mensaje es estupendo. Si tu perspectiva es personal y ese precisamente no es un reto para ti ni para los tuyos, verás una presión bastante insoportable.

Así que aquí podríamos analizar por separado lo que consideraríamos un éxito a nivel personal de lo que se valoraría como un éxito a nivel social. Con un punto en común: ese éxito -o esos éxitos- podrá o no tener relación con las capacidades intelectuales atribuidas. Ningún potencial, cognitivo o de cualquier otro tipo, garantiza el éxito en ninguno de esos niveles. Y esto se debe básicamente a la obviedad de que para lograr cualquier mínimo éxito, del tipo que sea, se necesitan muchísimos más factores aparte del potencial, incluyendo uno completamente aleatorio como sería la suerte.

Nada en la etiqueta te garantiza el éxito, es evidente. Pero quiero dejar claro que nada en la etiqueta te obliga a perseguir, ni mucho menos lograr, el éxito en ninguno de esos niveles.

Las capacidades intelectuales por encima de media ni garantizan ni obligan a nada.

Pueden ser de ayuda en las trayectorias vitales donde podrás tener éxitos menores o mayores, personales o sociales, valorados o sin reconocer, conocidos o desconocidos, etc. Como cualquier otro recurso, es solo una herramienta más dentro de las múltiples que contemplan a una persona. Así que el trabajo más importante que debemos hacer, tanto si somos nosotros los que tenemos esos potenciales como si los tienen nuestros seres queridos, es la gestión de las expectativas de logro. No dejándose arrastrar por los excesos que generan presión (ya provengan de la exigencia de otros o de nosotros mismos) ni dejándose ir por los defectos que generan inacción. Al final todo queda en nuestras manos y es importante aprender a manejar todo esto de la manera más saludable posible. Utilizar tus capacidades sin que tus capacidades te usen a ti.


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