Doble excepcionalidad: Qué es y cómo detectarla

Bea Sánchez

Cuando le pedimos a un profesor o un grupo de padres que

imaginen un niño con altas capacidades, rara vez imaginan un niño con discapacidad’

Nicholas Colangelo

La doble excepcionalidad (2e) es cada vez más conocida dentro de las altas capacidades intelectuales, siendo como es una singularidad dentro de la variabilidad de las ACI.

En los años 70 los profesionales que trabajaban con niños con alto potencial empezaron a vislumbrar casos donde dicha capacidad se veía ensombrecida por dificultades diversas. Perfiles altamente creativos, comprometidos y competentes con un alto nivel de capacidad quedaban enmascarados por otras dificultades notables. No hablamos de descompensación entre áreas, lógica dentro de la alta capacidad intelectual, sino de grandes (enormes a veces) escalones entre la habilidad y la discapacidad.

La doble excepcionalidad es un perfil compuesto por una alta capacidad intelectual (condición sine qua non) y alguna de las siguientes:

  • Condiciones del neurodesarrollo tales como autismo (principalmente grado 1), TDAH, dificultades de aprendizaje (dislexia, disgrafía, discalculia…), TOC o desorden de procesamiento sensorial (DPS), entre otras condiciones de neurodivergencia.
  • Discapacidad física, tanto las visibles como las invisibles (véase sordera o fatiga crónica).
  • Desafíos de salud mental tales como ansiedad crónica, trauma o depresión.

En caso de convivir con más de una de estas excepcionalidades lo llamaremos caso de ‘excepcionalidad múltiple’ (ME por su acrónimo inglés).

Y en el caso de contar además con otras dificultades sociales como pertenecer al colectivo LGBTIQ+, ser parte de una minoría cultural o lingüística o de una etnia históricamente oprimida, se tratará de un caso de triple excepcionalidad [i].

¿La razón? Todo lo nombrado supone una dificultad a la hora de expresar y desarrollar en plenitud el potencial cognitivo de un individuo. Al menos en la sociedad de hoy.

Infradiagnóstico en doble excepcionalidad

Como es evidente, los casos de discapacidad física habrán sido conocidos por los padres en su nacimiento o incluso antes. Pero en los casos en los que la alta capacidad convive con una condición del neurodesarrollo, cualquiera de ellas -o las dos excepcionalidades- pueden  pasar desapercibidas hasta primaria, adolescencia o, a veces, la adultez.

La razón sencilla es que el alto potencial intelectual suele compensar los desafíos (sea dislexia, TDAH, etc.) a base de enmascaramiento y complejas estrategias de adaptación. ¿El problema? Que esta compensación innata por parte del niño que se siente diferente y tan capaz como torpe en un mismo cuerpo acarrea un gran desgaste.

Este mismo esfuerzo por compensar, en muchas ocasiones inconsciente, se traduce en un problema de identificación puesto que en muchos casos, al no contar con los apoyos necesarios, ni se ven las altas capacidades intelectuales, ni se observan las dificultades como un problema real. ¿En qué se suele caer entonces?

– En decir que el niño es listo pero no le pone ganas.

– Que cuando quiere puede, pero tiene problemas de educación.

– O directamente en que parece dos niños, uno extremadamente torpe en algunas circunstancias (sociales, físicas, comunicativas…) y otro extremadamente hábil en sus razonamientos.

Así las cosas, raro es el niño doblemente excepcional identificado correctamente y muchos los casos en los que:

  • o bien solo se perciben sus desafíos y se ignora su potencial,
  • o bien solo se percibe su talento y se desatienden sus retos,
  • o bien se ignoran ambas realidades, subestimando las increíbles fortalezas de los alumnos doblemente excepcionales.

Amén del problema de identificación, nace en la persona doblemente excepcional un problema de identidad. Es difícil construir tu autoestima si tus habilidades oscilan entre la competencia y la necesidad de apoyos. Ellos se saben diferentes por su propio intelecto y alta metacognición pero no logran ubicarse en el grupo de pares. No se sienten iguales en un grupo de dotados, ni tampoco en un grupo compuesto por su otra excepcionalidad.

La respuesta incómoda a este dilema es que no son parte de un grupo u otro como tampoco son la suma de los indicadores de sus excepcionalidades. Son un perfil diferente con sus propios desafíos y fortalezas.

¿Cómo podemos detectar una doble excepcionalidad?

Las personas doblemente excepcionales tienen desafíos comunes a toda la neurodivergencia (como puedan ser el hiperfoco, el perfeccionismo u otras menos sofisticadas como las dificultades para sostener el sueño), pero también diferencias en su presentación.

Los perfiles sensoriales, por ejemplo, suelen ser excelentes chivatos a la hora de identificar otras condiciones de neurodesarrollo. En autismo, por ejemplo, el desorden de procesamiento sensorial parece ser una condición inherente puesto que entre el 92 y el 98% de las personas autistas tienen algún tipo de desafío sensorial. Ya sea por hipersensibilidad, hiposensibilidad o ambos (el más común).

Estas diferencias en el sistema nervioso en la doble excepcionalidad han sido históricamente infradiagnosticadas al acogerse al concepto de sobreexcitabilidades de Kazimierz Dabrowski. Así, cualquier signo de evitación o búsqueda sensorial extrema se atribuía a que el niño era sobeexcitable por su alta capacidad intelectual. Lejos de denostar el trabajo del polaco (pobremente entendido y traducido al español), me apena que tantos niños dotados hayan carecido de terapia y de un apoyo para su regulación sensorial con esta justificación. A día de hoy sabemos que al menos un tercio de la población de alta capacidad intelectual tiene desafíos sensoriales que pueden contribuir como moduladores al desarrollo de su potencial [ii]. Y en sí mismo, el desorden del procesamiento sensorial junto a una alta capacidad intelectual es un caso de doble excepcionalidad.

Los resultados de los test psicométricos también pueden traernos luz sobre una posible doble excepcionalidad. Precisamente porque no fueron diseñados para esta casuística, las grandes dispersiones podrían estar señalando una dificultad y una habilidad al mismo tiempo. En algunos casos, estos perfiles devuelven evaluaciones ‘no interpretables’ porque la diferencia entre percentiles complejiza la obtención de resultados claros. En casos de doble excepcionalidad con autismo o TDAH, por ejemplo, son frecuentes los desequilibrios entre áreas cognitivas y complementos como la velocidad de procesamiento o la memoria de trabajo (que pueden puntuar muy bajas).

En estos casos se precisa una evaluación ajustada donde se amplíen las pruebas y se añadan, por ejemplo, baterías con menos preponderancia verbal (esto es, ver más allá del WISC).

Otras señales que nos ayudarán a la detección de estos casos en casa y en clase son:

– Descompensación entre habilidades cognitivas y habilidades organizativas (notables retos con las funciones ejecutivas). El niño parece inteligente pero a la vez despistado, mal organizado o impulsivo. (Siendo cautelosos, por sí solos no serían indicadores de doble excepcionalidad. Es necesario observar una continuidad y que este detalle sea una conducta generalizada y no específica de un momento o área. En caso de TDAH, por ejemplo, los indicadores deben persistir por más del mínimo de seis meses).

– Rendimiento inconsistente. Puede aparecer bajo rendimiento académico en contraste con sus competencias. Antes de adjudicar el sambenito de la desmotivación, conviene contemplar la posibilidad de una 2e.

– Desafíos en la comunicación y la interacción. Desde problemas con la caligrafía o la motricidad, hasta barreras para comunicar oralmente todo lo que realmente conoce. Se sienten frustrados y a menudo son malinterpretados con lo que pueden aparecer problemas para hacer y sostener amistades, así como episodios de bullying [iii].

– Niveles de ansiedad altos, necesidad de regulación emocional y sensorial.

– Agotamiento extremo a causa de su enmascaramiento para asemejarse a los niños típicos. Puede tener dificultades para levantarse, ir al colegio o iniciar tareas.

En cualquier caso y así como ocurre con las altas capacidades intelectuales, el entorno será crucial para este perfil porque sus capacidades sólo serán observadas en circunstancias óptimas. Y no ofrecerlas nos supone una gran pérdida de talento y capital humano.


[i] Davis, J. L., & Robinson, S. A. (2018). Being 3e, A New Look at Culturally Diverse Gifted Learners with Exceptional Conditions (Vol. 1). Oxford University Press. https://doi.org/10.1093/oso/9780190645472.003.0017

[ii] Paula Jarrard, B., & Otr, M. (n.d.). Sensory Issues in Gifted Children: Synthesis of the Literature.

[iii] Ronksley-Pavia, M., Grootenboer, P., & Pendergast, D. (2019). Bullying and the Unique Experiences of Twice Exceptional Learners: Student Perspective Narratives. Gifted Child Today, 42(1), 19–35. https://doi.org/10.1177/1076217518804856


AUTORA

Bea Sánchez, divulgadora de las altas capacidades intelectuales y la doble excepcionalidad en la web mamavaliente.es. Mujer de doble excepcionalidad (AACC y TEA) y madre de cinco neurodivergentes que le han enseñado a ver la vida con ojos de asombro. 


Una respuesta a “Doble excepcionalidad: Qué es y cómo detectarla

Gracias por su comentario

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.