Altas Capacidades. ¿Por qué nos cuesta tanto pedir ayuda?

Desde pequeño me he sentido fascinado por el comportamiento de todo lo que me rodea. La curiosidad innata que tenemos todas las personas nos lleva a querer comprender el mundo en que vivimos, incluyendo a las personas que nos rodean. Curiosidad que en demasiadas ocasiones no es entendida ni es fomentada, de modo que cuando vamos creciendo lo normal es que se amaine esa marea. De adulto encuentras cada vez menos personas que mantengan intacta -o casi- esa llama.

La curiosidad es una fuerza poderosa en el proceso de aprendizaje y las personas con altas capacidades intelectuales solemos tener una sed insaciable de conocer y comprender todo lo que nos rodea. Y cuando somos pequeños la manifestamos en forma de preguntas incesantes a los adultos que, en el mejor de los casos, nos calman esa sed con respuestas claras o, en su defecto, la indicación del camino por donde podemos explorar. Y en el peor de los casos, que suele ser lo más frecuente, nos ignoran o nos muestran su malestar por tanta insistencia. En este contexto, al no recibir la ayuda que necesitamos de manera natural optamos por recurrir a la investigación y al aprendizaje autodidacta como una forma de satisfacer nuestra curiosidad, ya que esta marea tiene más fuerza que la paciencia que siempre nos piden: «Espera, no vayas tan rápido», «ahora no es el momento», «esto todavía no toca», etc.

Esta estrategia de aprendizaje basada en la exploración y la investigación puede ser muy beneficiosa en términos de desarrollo cognitivo, pero también puede llevar a una menor disposición para pedir ayuda cuando sea necesario. Tendemos tanto a trabajar o aprender solos debido a la facilidad para el aprendizaje que al final nos acostumbramos a no solicitar un cable de los demás, intentando gestionarlo todo por nosotros mismos.

Como digo, esta tendencia al aprendizaje autónomo puede llevar a una sensación de autosuficiencia y confianza en las propias habilidades, lo que a su vez puede dificultar el acto de pedir ayuda. A esto se le une que algunas personas con altas capacidades intelectuales pueden experimentar altas expectativas tanto internas como externas, lo que puede generar la percepción de que pedir ayuda es una señal de debilidad o falta de competencia.

Pero más allá de todo esto es fácil darse cuenta de que el entorno social y educativo en el que nos desenvolvemos a menudo no está diseñado para satisfacer esas necesidades de aprendizaje rápido, profundo, complejo, lo que puede llevarnos a desarrollar estrategias de aprendizaje independiente como una forma de adaptarnos, creando una coraza que dificulta acercarnos a quienes pueden prestarnos una mano de manera desinteresada.

Huelga decir que esta dificultad puede deberse también a otros muchos factores, pero me he centrado en este en concreto porque es posible aportar algunas ideas de mejora. La más obvia, por ser preventiva, sería la de fomentar un entorno en el que todas las personas se sientan cómodas pidiendo ayuda cuando la necesiten, independientemente de sus capacidades intelectuales o de cualquier otra característica, rasgo o condición personal. Por desgracia, las utopías generales son anhelos improbables, así que plantearé opciones menos complejas y accesibles.

Regresemos al origen. A muchas personas les cuesta pedir ayuda y esto puede deberse a una variedad de razones como el miedo al rechazo, la sensación de vulnerabilidad o el deseo de mantener una imagen de competencia. Sin embargo, reconocer que necesitamos ayuda y estar dispuestos a pedirla es un signo de fortaleza y madurez emocional. Además, el acto de pedir ayuda puede ser beneficioso tanto para la persona que pide ayuda como para la persona que la brinda.

Ayuda y apoyo van de la mano. Es un acto de generosidad bidireccional siempre que no se convierta en una transacción (dar a cambio de recibir). Una forma de apoyarnos es generando espacios enriquecedores de aprendizaje compartido en los que se reconozca el valor de solicitar ayuda o apoyo al prójimo. Disipando las nubes de la sospecha de estar ante transacciones interesadas mediante la efectiva implantación de un modelo de generosidad compartida. Cuando encuentras ese lugar te relajas y vuelve tu natural confianza en el prójimo, surgiendo sinergias positivas que permiten dar un paso más, llegando a la maravilla de la colaboración desinteresada.

El concepto de «mente colmena», donde las mentes individuales se unen para resolver problemas complejos y generar ideas innovadoras, es especialmente relevante en este contexto. La diversidad de perspectivas, habilidades, vivencias y conocimientos que aportan las personas con altas capacidades intelectuales puede dar lugar a un proceso creativo y colaborativo único en el que todos los participantes se benefician mutuamente.

Además, el acto de pedir ayuda y estar dispuesto a desaprender aquello que se ha aprendido mal es un signo de humildad intelectual y apertura al crecimiento. La disposición para cuestionar y revisar nuestras propias ideas es fundamental para el avance del conocimiento y el desarrollo personal.

En resumen, al fomentar un entorno en el que se valora el aprendizaje compartido, la disposición para pedir ayuda y la humildad intelectual, se crea una comunidad de aprendizaje dinámica y enriquecedora para todas las personas involucradas.


4 respuestas a “Altas Capacidades. ¿Por qué nos cuesta tanto pedir ayuda?

  1. A algunos nos cuesta porque cuando la hemos pedido no nos la han dado, así que después de varios intentos, aprendes que es inútil y no lo vuelves a hacer.

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